Ser padres y madres en tiempos difíciles

 

“La educación es valiosa y válida, pero también un acto de coraje, un paso al frente de valentía humana”

Fernando Savater “El Valor de Educar”

La experiencia me dice que educamos en “tiempos difíciles”. La falta de conciliación, la eterna crisis económica, un contexto competitivo y exigente, donde vivimos la mayor parte del tiempo en piloto automático, y donde el bienestar (mal entendido) ha de lograrse a toda costa, no nos pone las cosas fáciles, y menos a nuestros pequeños.

En general todos manifestamos las mismas preocupaciones, dificultades e inquietudes a la hora de educar (aunque a veces las sufrimos en silencio). Cuando en consulta o en algún curso pregunto a las familias “¿qué esperas de tu hijo o qué te gustaría para él?” me encuentro, la mayor parte de las veces, las siguientes respuestas: que estudie y saque “buenas” notas, que no “de guerra”, que sea tranquilo, que se relacione bien, que obedezca, que tenga autoestima e inteligencia emocional, que sea respetuoso y buena persona, QUE SEA FELIZ Y NO SUFRA. Ah! Y que cuando sea mayor NO SE DROGUE. “Vamos, lo lógico, lo que cualquiera quiere para sus hijos”, concluyen.

Sin embargo…¿qué estamos haciendo para conseguirlo?

Pues caer en la trampa de la sobreprotección, la falta de autonomía y el control mal entendido.

Es de sobra conocido que los seres humanos nacemos siendo absolutamente dependientes de nuestros progenitores y que la maduración y la experiencia nos va permitiendo alcanzar niveles de autonomía fundamentales para sobrevivir.

A lo largo de los siglos, si en algo hemos mejorado, es en dar valor a la protección a la infancia, y desde luego que ha sido un gran hito en el avance de la humanidad. Son nuestro “plan de pensiones” fundamental.

En la actualidad, sin embargo atendemos a un hecho en mi opinión sin precedentes: nuestros “cachorros” son cada vez menos autónomos para vestirse, alimentarse, asearse, hacerse cargo de sus cosas,…sin embargo tienen gran fluidez para aspectos hasta ahora desconocidos para nuestra especie (véase la facilidad para manejar la tecnología).

Todo esto nos tiene sobrepasados. Queremos que tengan una autonomía (y responsabilidad) que en muchas ocasiones no les damos, y pretendemos tener “control” exhaustivo en aspectos que se suelen escapar a nuestro control. Pretendemos que niños pequeños asuman responsabilidades para las que tal vez aún no les hemos preparado y a la vez que nuestro hijo adolescente haga lo que le decimos, que cumpla lo que le decimos, y que razone como nosotros lo hacemos.

Repetimos, repetimos, insistimos hasta que nos duele la boca para que hagan lo que tienen que hacer sin permitirles acceder a las consecuencias naturales de sus actos.

Además solemos esperar que sean mejores que nosotros, y desde luego en muchos casos, que no tengan que sufrir nuestra propia experiencia de fracaso (académico). Damos excesiva importancia al aspecto académico, tanto que nos alegramos de que la inteligencia emocional se vaya a “enseñar” en la escuela.

Y jugamos sin descanso al Candy Crash…

En fin, aquí una reflexión. En las siguientes entradas trataremos como afrontar estos “tiempos difíciles”.

“Los hombres han nacido los unos para los otros; edúcales o padécelos”

Marco Aurelio.

¡Gracias por leernos!

Arancha Santos de la Rosa